viernes, 12 de febrero de 2016
REPERCUSION EN TVE INTERNACIONAL
domingo, 8 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
El escritor Miguel Boó presentó el libro en el que narra cómo un emigrante gallego se metió en el bolsillo a la intelectualidad, y a las celebridades de Brasil y de medio mundo
O conselleiro de Cultura e Educación, Román Rodríguez presentou a Miguel Boó. |
Transcricion da intervención de Miguel Boó na presentación do seu libro “MANUEL RIEIRO: CÓMO CONQUISTÉ BRASIL”
sábado, 28 de julio de 2012
Israel, siglo XXI. Tradición y vanguardia
sábado, 3 de diciembre de 2011
Israel, te llevo en mi corazón
Miguel Boó *
La educación lo es todo. Hace unos meses un catedrático de Arte y una licenciada en Historia –ambos docentes- me dejaron perplejo. El primero sostenía en sus clases la existencia de Palestina como algo vagamente contemporáneo de los imperios asirio y persa. La segunda, una mujer profundamente católica, discurseaba en una tertulia de café –sospecho que en sus clases no privará a sus alumnos de su equivocado magisterio- convencida de que Jesucristo, la virgen María y los apóstoles eran palestinos y, por tanto, ancestros de los actuales herederos del egipcio Yasser Arafat. Naturalmente, no sirvió de nada decirle al primero que por favor me pusiera al corriente de cuales habían sido los emperadores, reyes o dirigentes de esa Palestina que él había descubierto y cuyo conocimiento se nos había vedado al resto de los mortales. Le interrogué, sin éxito, sobre cuáles fueron sus profetas, sus dioses –puesto que religiones monoteístas sólo existía la judía-, sus ciudades. Le pedí que me dijera en que época o épocas de la historia existió como pueblo o como cultura. Le inquirí acerca de qué capital o capitales había tenido su imaginaria Palestina, qué idioma hablaban sus habitantes, qué guerras y conquistas había protagonizado y, finalmente, qué contribuciones al arte antiguo había que reconocerles. Tampoco hizo efecto en la segunda profesora mi observación de que Jesús, su madre y sus discípulos no eran palestinos ni cristianos, sino judíos mondos y lirondos, que toda su vida hablaron hebreo y arameo, que fueron a la sinagoga, y que observaron todos los ritos y festividades de la religión de Moisés. No importó siquiera sacar a colación que los palestinos actuales se reputan de musulmanes y que el Islam apareciera –no con Ismael, como ella pretendía- siglos después del cristianismo y, por tanto, miles de años después del judaísmo. De igual modo, no le convenció que en La Biblia –el libro sagrado de su propia religión- no aparezca citada Palestina ni una sola vez, puesto que prefería fiarse de unos mapas “de la época” que aparecen en las versiones católicas, sin admitir que la época que refiere esa cartografía es posterior a Jesucristo en casi 80 años.
Y entonces me ratifiqué, una vez más, en que no es que nos hayan estado engañando en los últimos 60 años acerca de las causas y consecuencias del nacimiento del Estado de Israel, es que se han puesto a la tarea de reescribir la historia de, y desde, hace siglos. Y si para ello, los promotores de este fraude histórico, cuentan con tontos útiles como los que acabo de describir, entonces es que la educación de la juventud está irremediablemente contaminada y poco se puede hacer para aplicar un antídoto que contrarreste los efectos de esta plaga. Por eso digo que la educación lo es todo. Y por eso quienes quieren que sus ideas se impongan en la sociedad de forma nada traumática, utilizan la educación, se cuelan en las aulas, copan las asignaturas que luego forjarán el pensamiento de la gente y, más aún, preparan y adiestran a los formadores y a los formadores de los formadores. Por eso es tan difícil encontrar a quien, además de explicar las cosas desde la ideología del pensamiento único que nos invade, sea capaz de exponer de modo imparcial las premisas opuestas. Y por eso, los alumnos, carentes del espíritu crítico que no les han querido transmitir sus preceptores, acaban aborregándose.
Suelo decir a mis contertulios que si yo hubiera leído, escuchado y visto los mismos mensajes que ellos han recibido por medios escritos y audiovisuales, seguramente tendría el mismo criterio que ellos –o uno muy aproximado- sobre, por ejemplo, el conflicto de Oriente Próximo. De igual manera que si hubiese nacido en Camboya no experimentaría arcadas –como sin duda me ocurriría si lo intentara- para ingerir gusanos cucarachas o ratas. Y, viceversa. Si ellos –les digo- hubieran leído periódicos de 1948 comprobarían que entonces nadie sabía quienes eran los palestinos, salvo si con ello había que referirse a los antiguos propietarios del Bank of Palestine, el The Palestiniam Post, la Compañía de Frutas de Palestina o la Universidad de Palestina, entidades todas ellas creadas y regentadas por judíos que habitaban en la Tierra de Israel, renombrada como Palestina por los romanos en el siglo I d. C. Si ellos se hubieran molestado en contrastar la información unidireccional que recibieron de la guerra en Gaza, de la insultantemente llamada flotilla de la libertad o de cómo se crearon falsos mártires tal que el icono Al Durrah aquél padre acurrucado junto a su hijo tras un parapeto –en medio de un fuego cruzado, en el que balas palestinas y no judías, acabaron presuntamente con la vida del niño-, habrían llegado a conclusiones bien distintas, como son las mías. En fin, si se hubieran molestado tan solo un poco, sabrían que no es cierto que hubo una vez unos malvados judíos que llegaron a un estado llamado Palestina y les robaron las tierras a sus habitantes.
Por eso debo decir que para mi Israel es una realidad que permanece levitando en un espacio y en una dimensión a la que no se tiene acceso si no pones algo de tu parte, y si te crees todo lo que te dicen. Porque Israel es el país que mayores odio despierta entre mis vecinos. Y siento que debo hacer algo para convencerles de que lo suyo es un sentimiento irracional. Debo intervenir porque me siento deudor moral de un país épico –de Masada no nos olvidaremos-, nacido de un pueblo que tantos y tan buenos regalos ha hecho a la humanidad. Los judíos nos trajeron la libertad porque vencieron a la esclavitud; nos trajeron el futuro frente a unas sociedades inmersas en un círculo vicioso que excluía el progreso; nos regalaron el valor de la vida y nos legaron la ética.
Por supuesto que los israelíes y los judíos tienen muchos defectos y, por descontado, que no han sabido contrarrestar la propaganda que contra ellos se ha instalado en Europa. Naturalmente que no siempre tienen razón. La cagan como todos. Y aún así, Israel es, para mí, el único país del mundo que puede evitar una nueva Shoah; uno de los pocos, tal vez el único, en el que el ejército es el pueblo y el pueblo le ha dado esa supremacía moral que lo hace admirable; la nación que habla cien idiomas, que mezcla la música klezmer con el lamento del shofar, que valora la vida de uno de los suyos en mil de la de los otros. Ya lo dije a mi vuelta del primer viaje de AGAI: Israel es, para mí, el país que ama la vida. Y aunque solo fuera por eso –que no–, y porque, además, debo de tener algo de judío, lo llevo en mi corazón.
*Texto incluído no libro colectivo editado pola Asociación Galega de Amizade con Israel - A.G.A.I. " Que representa Israel para min " (2011)
domingo, 14 de septiembre de 2008
jueves, 18 de octubre de 2007
Abreviatura (abreviatura autista de Deus)
O xornalista Xosé Miguel Alonso Boo publicou a súa primeira novela, Abreviatura (Abreviatura autista de Deus), unha obra "iconoclasta, desesperada e claustrofóbica", como a definiu o propio autor. Alonso Boo explicou que se trata dunha historia dun xornalista, "como non podía ser doutro xeito", que existiu realmente, hoxe desaparecido, que ten problemas coa Xustiza pola súa responsabilidade profesional, unha paixón por outra muller e un final de enfermidade e dor. Esta situación é a que o leva ós seus monólogos internos dirixidos a un deus "que está permanentemente de vacacións", o que o leva a unha visión dese deus pequena.
A novela, asegura, vai de sexo, de relacións de parella, de relixión, de enfermidade e dor e reflicte tamén a actualidade galega e internacional. Este mesmo ano, Boo publicou un ensaio histórico titulado A Correspondencia Galega e o desastre do 98, no que narra as guerras de Cuba ou Filipinas, a perda das colonias e unha "visión galega" de como se viviu aquilo, como chegaban os soldados enfermos a morrer aquí.
lunes, 17 de septiembre de 2007
viernes, 31 de agosto de 2007
"La Correspondencia Gallega" e o desastre do 98.
" No ano de 1898, do antigo Imperio español, aquel tan extenso que no seu territorio nunca chegaba a poñerse sol, so quedaban Cuba, Puerto Rico, Filipinas e varios arquipélagos da Micronesia. Trinta anos antes xa estalara a primeira revolta importante na Gran Antilla cubana, onde os rebeldes lles plantaron cara ás tropas españolas durante dez anos, nunha confrontación que remataría coa paz de Zanjón. O armisticio saltaría polos aires cunha nova insurrección, a de 1895, que lideraría José Martí -creador, en 1892 nos do Partido Revolucionario Cubano- e que contaría, xa de inicio. con apoio estadounidense. Entre medias, en 1892, e tamén co concurso dos americanos, que operaban dende Hong Kong, produciuse o alzamento dos naturais das Illas Filipinas, con Emilio Aguinaldo á cabeza.
En ambos os escenarios a loita foi encarnizada, pero en Cuba o exército optou pola guerrilla e por métodos que hoxe serían considerados como terrorismo: voladuras de trens de pasaxeiros, matanzas de propietarios de térras, arrase de colleitas e rábanos, imposto revolucionario... Para contrarrestar a ofensiva local o xeneral Valeriano Weyler, gobernador español da illa, decidiu aplicar unha ferrea política que afogara a resistencia. Concentrou a poboación civil en zonas ou poboados controlados para illar as partidas pero a fame apoderouse dos labregos reconcentrados e o Goberno dos EE.UU. atopou nisto e na escusa de defender os intereses e as facendas dos seus cidadáns unha motivación para intervir militarmente. De feito, a aquelas alturas o capital americano xa era moi superior ao nativo e ao español, en negocios coma o azucreiro, no que o magnate Edward Atkins era o rei.
Facendo oídos xordos as ameazas da gran potencia, o Goberno liberal de Sagasta, que decidirá relevar a Weyler e concederlles a autonomía os cubanos para tratar de debilitar a insurrección, acabaría por aceptar que a concesión non solucionaba o conflito e chegaría a enviar máis de 200.000 soldados.Nos tres anos de conflagración produciríanse máis de 55.000 mortos, dos que só dous milleiros o foron en acto de guerra. Os demais morrerían polas enfermidades contraídas no trópico, entre outras razóns porque as nosas forzas carecían de medios materiais, dos alimentos necesarios e da atención médica axeitada.
Era, todo o mundo o sabía, unha guerra perdida de antemán ate o extremo de que os EE.UU. non precisaban tan sequera de combater para gañala. Con seguir protexendo e armando os insurrectos tiñan abondo. Como comentaba un cronista inglés da época "no han podido ustedes vencer con 200.000 hombres a los separatistas solos y ahora los quieren ustedes [derrotar] acompañados". Outra cousa era que, a pesar de todo, decidirán entrar en batalla...
Pódese dicir, daquela, que a guerra hispano-norteamericans innecesaria se se quere, desenvolveuse nun curto espazo de tempo; tivo dúas frontes e constou de catro episodios. O primeiro foi o afundimento do acorazado estadounidense "Maine" no porto da Habana; que causou case 300 mortos e que serviu de pretexto e detonante do conflito armado. O segundo, a batalla de Cavite coa conseguinte destrución da flota española nas Filipinas. O terceiro foi a batalla de Santiago de Cuba, coa perda da Armada que mandaba o almirante Cervera, e o cuarto, o asedio e rendición de Manila.
Pois ben, mantendo os conflitos coloniais de fináis do século X como fío condutor, a presente obra pretende descubrirlle ao lector - despois dunha pequena, pero, cremos que necesaria, aproximación introdutoria sobre o nacemento e contidos do diario a analizar- reviravoltas da información que, das guerras de Cuba e de Filipinas recibiron os pontevedreses a través do xornal La Correspondencia Gallega.
Unha información que dende a perspectiva actual seguramente habería que tildar de insuficiente, pero que pon de relevo moreas de datos, anécdotas, informes e polémicas de todo punto novidosas e probablemente nunca publicadas en ningún libro.
Polo demais, o texto -froito dun ano de documentación, pescudas, contraste, rastrexo e cotexo- estruturouse de tal xeito que, amáis "do diario das operacións de guerra", ofrece capítulos con vida propia no que se debullan os fenómenos do patrioterismo, o enfermizo interese por toda a liturxia militar, o papel desempeñado pola prensa, ou fenómenos do rexionalismo e a "xeración do 98".
Nuturalmente compre ter en conta que o traballo, máis xornalístico que histórico, non está exento, porén, de contrastes historiográficos realizados polo autor para cubrir baleiros -as hemerotecas non dispoñen de toda a colección de La Correspondencia Gallega e do mesmo 1898 faltan aproximadamente unha ducia de exemplares e outras follas soltas-, reforzar exposicións ou teorías, cotexar hipóteses ou facer máis amena a lectura.
Con ese espirito, pois, de achegarlles os lectores de hoxe en día unha moi particular e pontevedresa visión do "Desastre do 98", foi concibida esta obra que, ao mesmo tempo, quere ser unha homenaxe a todos os mozos galegos que caeron absurdamente na fronte, ao mesmo tempo que se derrubaba o vello Imperio español.
Moitos dos seus nomes e apelidos apareceron nas páxinas de La Correspondencia Gallega como último tributo de recoñecemento e condolencia".
Editado polo Servizo de Publicacións da Deputación de Pontevedra.