jueves, 12 de julio de 2007

El viaje de un periodista que ama la vida


El viaje de un periodista al país que ama la vida

TODO LO QUE NUNCA LE CONTARON SOBRE ISRAEL Y NI SIQUIERA PODIA IMAGINAR
Me bajo en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv con el secreto propósito de contrastar a pie de obra todo lo que los medios de comunicación me habían contado en los últimos 30 años sin que jamás hubiera tenido ocasión, ni por misericordia, de saber qué pensaban los demonizados judíos. Naturalmente, uno que también tiene sus hobbies, ya lleva más de un quinquenio bebiendo fuera de la versiones oficiales dictadas por el pensamiento único en la materia. Diez días después de mi aterrizaje supe que no estaba equivocado: Uno sigue siendo tan pro-palestino como siempre y, consiguientemente, no queda otra que desenmascarar y denunciar a quienes han llevado a la miseria y a la muerte a su pueblo. Lamentaré defraudar a alguno, pero los responsables máximos –aunque no únicos- de lo que le pasa a los palestinos no son otros que sus dirigentes, más empeñados en destruir al otro que en crear, en sumar o en educar para la paz a sus hijos en lugar de usarlos como escudos humanos o mandarlos a la muerte en forma de suicidas asesinos, ávidos de las 70 vírgenes con cuyo señuelo de posesión sexual los engañan.Mientras estoy en la habitación del Novotel, desde la que veo aquí al lado el cuartel y la bandera de Naciones Unidas en Jerusalem, la televisión local muestra como niños de 5 o 6 años corren enloquecidos hacia los refugios antiaéreos de Sderot nada más oir las sirenas que anuncian la caída, en apenas 15 segundos, de siete cohetes Kassam que finalmente causarán “sólo” doce heridos leves.

Cambio al canal internacional de TVE y lo que me cuentan es que los pérfidos israelíes han vuelto a asesinar (cuando las bajas son hebreos, la nomenclatura occidental dice que “murieron”) a milicianos (nunca dicen terroristas; sólo combatientes, luchadores, resistentes) y a pobres niños. Esos niños, que los dirigentes palestinos usan de carne de cañón, 34 de los cuales están en cárceles de Israel por intentar atentar contra judíos portando un cinturón de explosivos…La versión que nunca nos cuentan

Uno que es periodista, incluso de vacaciones, prueba a contrastar la noticia con fuentes israelíes y la versión es bien distinta. Los terroristas hostigan desde diferentes emplazamientos a la población civil israelí lanzando misiles desde edificios habitados, mezquitas, escuelas o desde donde mayor repercusión mediática consigan. En esta ocasión Israel ha puesto a prueba un nuevo sistema de radar móvil que, situado en el extremo de una mira telescópica de considerable altura, ha detectado el origen de los disparos y ha servido dicha información en décimas de segundo al helicóptero “Apache” que sobrevuela la zona. Así que esta vez han pillado a los desalmados terroristas que nunca tienen escrúpulos en utilizar a niños y mujeres como escudos humanos, sin que eso preocupe lo más mínimo a UNICEF o Amnistía Internacional. Poco después me llama un amigo argentino de Jerusalem y me dice que vea la TV israelí. Básicamente cuentan lo mismo que les acabo de relatar. Con todo, las bombas que los terroristas disparan desde Gaza nos quedan muy lejos. En el resto del país se respira calma, actividad y mucha vida. El único incidente que nos llama la atención es que en la explanada del Monte del Templo –“de las Mezquitas” para los musulmanes- un guardián de la fe islamista se lanza como una fiera contra una pareja que acaba de osar cogerse de la mano y besarse imperceptiblemente. La intolerancia incluso al aire libre.

Mientras tanto, chicas y chicos jovencísimos, con uniformes caqui confraternizan por las calles jerosolimitanas con los turistas que lo desean; prestan sus gorros y sus armas descargadas para la foto; posan con nuestra bandera de Galicia y llevan con alegría y patriotismo eso de tener que servir tres años en el ejército (24 meses las mujeres) y un mes más cada año de sus vidas, hasta los 55 (50 años para ellas). Están orgullosos de poder garantizar con su sacrificio que no habrá más Masadas, esa fortaleza que también visitamos antes de bañarnos en el Dead Sea, situada a 450 metros sobre el nivel de ese Mar Muerto que, a su vez es el punto más bajo del planeta a 400 m. bajo a línea de flotación del Mediterráneo.

El espía y los eucaliptos

Tal vez algunos de estos jóvenes soldados tuvieron que pelear el verano del 2006 contra los terroristas de Hezbollah, los mismos que, además de causar la muerte entre la población civil israelí, destruyeron, en 33 días, un millón de árboles. Menos mal que el Keren Kayemeth LeIsrael ha plantado desde 1901 no menos
de 200 millones de árboles, cifra a la que habría que sumar el modesto ejemplar que un servidor plantó en agosto pasado con sus propias manos. Aunque en cuestión de árboles no me resisto a contar la historia del espía judío Ellie Cohen quien, tras infiltrarse en el ejército sirio los convenció de que los soldados que estaban destacados en el Golán estaban soportando unas condiciones de vida inhumanas en medio de aquel desierto, en tiendas de campaña y sin una sola sombra.

Cohen persuadió al alto estado mayor sirio de que había que construir barracones ¡y plantar eucaliptos! Años después, cuando estalló la guerra de los seis dias, los cazas hebreos solo tuvieron que bombardear las zonas del Golán donde había eucaliptos, para eliminar al enemigo y hacerse con el control de la zona desde la que a diario se disparaba sobre los kibbutz. El libro “Nuestro hombre en Damasco” lo cuenta con pelos y señales, incluido el desenlace de Ellie Cohen ahorcado en la plaza central de la capital siria.Desmontando mitos e iconos

Fuimos a Israel llenos de prejuicios y de falsos iconos. A varias generaciones de europeos nos han criado con el icono del niño palestino tirándole piedras al todopoderoso tanque israelí, con el icono del nuevo muro de la vergüenza, con el icono de la miseria y de los campos de refugiados, con el icono romántico del mártir suicida… Al final resultó que los pobres niños palestinos, cuyos salvajes padres o los cobardes dirigentes terroristas de este desgraciado pueblo los envían a la muerte, han matado a pedradas –bueno, no los mataron, los judíos se murieron- a 1.200 israelíess, el 90% civiles, “mientras que el segundo mejor ejército del mundo –ironiza el politólogo de Oriente Medio Daniel Maoz- sólo ha podido eliminar a 4.000 palestinos (el 90% activistas), cifra que, por lo demás ha valido para que desde Europa, premios Nobel como Saramago compararan Palestina con Auschwitz…”. Precisamente sobre la banalización del Holocausto al estilo Saramago, algo tan en boga en la actualidad, Perla Hazan directora de la sección Iberoamericana del demoledor Yad Vashem (Museo de la Shoá) de Jerusalém que también recorrimos, nos manifestó su deseo de que Occidente trabaje conjuntamente para transmitir el legado de no olvidar: “Recordando el pasado –dijo- seguro que seremos capaces de conseguir un futuro más humano”.

Sin duda el recuerdo de los seis millones de judíos masacrados por el nazismo, siguen pesando en la memoria colectiva del pueblo de Israel. Un pueblo que le regaló a la humanidad los diez mandamientos, esos preceptos con los que miles de millones de personas conducen su moral y sus vidas desde que hace 3.500 años unos pocos judíos siguieran las recomendaciones de M
oisés. Un pueblo que introdujo la libertad frente a la esclavitud y que instituyó un día de descanso a la semana. Un pueblo del que salieron Jesús, Marx, Einstein, Freud y la apabullante cantidad de 169 premios Nobel, frente a la ridícula cantidad de 7 laureados de los países musulmanes, quienes necesitarían 22.000 galardones de ese tipo para alcanzar la misma proporción que los judíos, en relación con su población en el mundo. “Naturalmente –bromea Perla Hazan- que el 0,2 % de la población del planeta haya conseguido el 20% de los Premios Nobel sólo puede ser producto de una conspiración…” Quizás Perla echó la cuenta de que si los musulmanes tuvieran un número de Nobeles proporcional a los 1.300 millones que son en el mundo, tendrían que ser 22.000 y no 7 como tienen hasta el momento.

Amor a la vida, culto a la muerte

Otro de los mitos, el de los niños arrojando piedras contra los “invencibles” Merkavá ha sido explotado hasta la saciedad, según explica el profesor Maoz quien advierte que lo que realmente mata son hombres y no piedras, y también niños que se ponen un cinturón de explosivos “para aniquilar a cuantos más judíos mejor, porque eso es lo que les enseñan en las escuelas. Por eso se suicidan –y lo han hecho en 180 ocasiones desde 1994-, no a favor de algo, pongamos la creación de un Estado, sino en contra de la existencia del otro. Eso sí, ningún líder de Hamás, Yihad Islámica, Fatah, OLP o Mártires de Al Aqsa han enviado a sus hijos al sacrificio”. Mientras admiro las fascinantes vidrieras de Marc Chagall en la sinagoga del universalmente conocido hospital Hadassah (una institución fundada en 1912), recuerdo la explicación que minutos antes dio su directora cuando aludió a que allí se atendía a todo el mundo, a víctimas y a verdugos, a terroristas y a inocentes. “Salvar una sola vida es salvar al mundo”, dijo convencida. Pero la vida tiene muy poco valor para quienes están dispuestos a cambiarla por gozar de 70 vírgenes en el paraíso.

Es así como nace el icono del suicida asesino, que en terminología occidental se convierte en un mártir romántico del que nos cuentan por la pequeña pantalla sus estudios, sus ilusiones y su doctrina sanguinaria, mientras nos hurtan la identidad de sus víctimas. Obviamente los israelíes con los que hablamos se rebelan contra el ninguneo de sus víctimas y defienden las acciones de su gobierno para evitar la sangría. En opinión del guía de turismo Ariel Seiferheld “es muy fácil criticar a los demás mientras te tomas un café en una terraza de Madrid; pero aquí, cuando te despides de tus hijos que se van al colegio o de tu mujer que se va al trabajo, no sabes si los vas a volver a ver. Menos mal que desde que construyeron la cerca de seguridad, los atentados se han reducido casi a cero”. De hecho, veo una grabación de Yihad Islámica-TV en la que su jefe militar Ramadhan Shelaj reconoce que “la construcción d
e la cerca (no usa el término muro) representa un obstáculo para la perpetración de operaciones suicidas”. Excuso decir que me harté de recorrer carreteras con cientos de kilómetros de valla y no de muro, a pesar de que los medios occidentales solo tienen sitio para exhibir impúdicamente unas tapias de hormigón que sólo ocupan el 5% del total de la valla, muros que, por otra parte, tiene perfecto derecho a erigir cualquier estado que se vea amenazado por el terrorismo, aunque solo sea porque sin estar amenazados más que por inmigrantes infelices y desarmados, por plagas, o por el contrabando, países como España, USA, Holanda, Marruecos, Irlanda del Norte, Chipre, Pakistán, India, Tailandia, Botswana, Kuwait… también los han construido y nadie les pide cuentas.

Del miedo, al ejemplo

Los derechos humanos no existen en los territorios que controlan Hamas o Al Fatah, pero a los europeos nos pareció que –a pesar de celebrarse sin libertades, ni derechos fundamentales, ni candidaturas de todas las tendencias; y a pesar de que no se considerarían válidas en ningún país occidental- las elecciones palestinas fueron democráticas. Así que a los israelíes, de derechas y de izquierdas, les llevan todos los demonios que nosotros, los europeos, los expedidores de los “auténticos certificados democráticos king size o extra luxury”, miremos con lupa todas sus acciones y pasemos por alto todos los abusos antidemocráticos de los dirigentes palestinos y que nos importe una higa que las mujeres palestinas vivan sojuzgadas mientras las cómicas españolas se iban a fotografiar con Arafat.

Pero no solo los israelíes.

Los palestinos con nacionalidad israelí como el comerciante Anuar S. o el taxista Ahmed J. nos dicen con la boca pequeña (y por separado) que ellos lo q
ue quieren es que acabe la violencia, y que si participan en movilizaciones o actos de la intifada es porque si no serán represaliados por los islamistas. “Queremos trabajar y mejorar, y que nuestros hijos tengan futuro”, dice Anuar, que bien podría ser habitante de Nazareth, donde árabes y judíos coexisten desde 1948. O de la laureada Neve Shalom (Oasis de Paz), una villa cooperativista, situada entre Jerusalem y Tel Aviv que visitamos para comprobar la ejemplar convivencia entre 50 familias, la mitad judíos y la otra palestinos, y de la que se han hecho lenguas desde Hillary Clinton al líder palestino Faissal al-Husseini, pasando por el premio Nobel Elie Wiesel o el escritor marroquí Taher Ben Jalun.

Manipular a los refugiados

Como ejemplar fue que durante las décadas de los 70, 80 y 90 ingresaran cada día en Israel 150.000 palestinos para trabajar. Naturalmente, Europa siempre exigió que Israel empleara mano de obra palestina, pero nunca pidió lo mismo de Jordania y Egipto, países igualmente limítrofes con los palestinos de quienes son hermanos de sangre y de religión. Eso sí, si les daban trabajo se criticaba a los judíos por tener colapsados en las colas fronterizas a los pobres palestinos, pero si no se lo daban, entonces Israel era un país sin entrañas.Vinimos, en fin, con el mito de los campos de refugiados entre ceja y ceja. Tanto leerlo en los medios escritos y oirlo (que no verlo) por TV todos los días, nos habíamos imaginado una Palestina llena de lugares descampados con tiendas de campaña, calles de tierra, niños hacinados, sin agua, sin luz, sin nada... Y resulta que no es así. “El problema de los refugiados –asegura el escritor y profesor de la Universidad Hebrea, Gustavo D. Perednik- no fue creado por Israel sino por los paises árabes que invadieron nuestro país en 1948 e invitaron a los árabes que vivían entre nosotros a que abandonaran sus hogares. Luego perdieron la guerra pero fueron Egipto y Jordania quienes se “ocuparon” de sus hermanos refugiados hasta que se cansaron de ellos y, tras la guerra del 67, Israel se tuvo que encargar de la administración de esos territorios conquistados en una guerra defensiva. Desde el 67 y el 94 Israel construyó viviendas, hospitales, escuelas y siete universidades en Gaza y Cisjordania. Desde que Israel se retiró de Gaza, lo que haya ocurrido allí es responsabilidad de la ANP y de Hamás. Lo cual no impide, aunque la prensa de ustedes no lo cuente, que a pesar de que nos ataquen desde Gaza con Kassam, no hayamos dejado de suministrarles cada semana toneladas de alimentos y medicamentos.

De Cisjordania no le diré más que su nivel de vida es superior al de Egipto, Siria, Irak o Jordania”. Sobre el particular, Daniel Maoz t
iene cosas que añadir: “Incluso desde 1994 Israel les sigue proporcionando luz, agua y gas a pesar de que sus propios dirigentes se empeñan en mantener a su gente en la pobreza. Aunque, eso sí, la miseria no es tanta que tengan que vivir en tiendas de campaña, a pesar de que prefieran dilapidar en armas y explosivos el dinero que Europa les regala”. A los israelíes no les queda otra que hacer el mismo gasto pero con cargo a sus bolsillos y para defenderse de quienes quieren, pero no pueden, borrarlos de la faz de a tierra. Si España dispone de 7.000 millones de dólares para Defensa, Israel gasta 60 billones (el 16% del presupuesto) para atender las necesidades de un territorio 25 veces menor y una población 6 veces menos numerosa.Un pequeño pero pujante PaísIsrael, con sus 20.000 km. cuadrados es como Galicia sin la provincia de Lugo.

En 2006 su PIB era de 170.000 millones de dólares y su renta per cápita de 27.000, más o menos como en España. Sin petróleo, después de que devolvieran el Sinaí con todas sus reservas de crudo a Egipto a cambio del tratado de paz; sin recursos naturales -¡ah sí!, su gran recurso es que el 65% del país es el desierto de Negev- y con un territorio tan exiguo, Israel es el segundo país del mundo con más empresas cotizando en el Nasdaq (Bolsa de Nueva York).Su potencial, y su exportación –en los últimos 20 años sextuplicó sus ventas al exterior-, están en las industrias biomédica, óptica y farmacéutica, los equipamientos electrónicos e informáticos, el armamento y el pulido de diamantes. Giramos, en fin, visita a la incubadora de empresas de Tefen, uno de los 4 grandes parques industriales del país, y no salimos de nuestro asombro al comprobar cómo y por qué este pequeño gran país funciona tan ejemplarmente desde el prisma empresarial.